Los restos fósiles que llegan a nosotros pueden ser de múltiples tipos, dependiendo de cómo se produjeron y de los procesos tafonómicos sufridos. Se pueden diferenciar los siguientes grandes grupos:
Son restos de esqueletos mineralizados como conchas, caparazones, esqueletos internos, etc. Podemos encontrarlos enteros, fragmentados o desarticulados. Pueden denominarse como restos transformados, si durante los procesos tafonómicos han sufrido cambios parciales o totales de su composición mineral (Figura 1).
En sentido amplio, todo resto producido por la actividad de los organismos sin que queden restos del propio organismo. Se incluyen en este grupo las huellas y los rastros de desplazamiento de los organismos, las marcas de alimentación, las galerías y túneles excavados por los organismos endobentónicos, etc.
Son restos fósiles que presentan la morfología de los restos originales (esqueléticos o no) por impresión de éstos sobre los sedimentos. Pueden ser moldes internos y externos (Figura 1).
Son restos fósiles en los que los restos originales han sido disueltos y sustituidos por tipos de minerales diferentes (Figura 1).